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Revista Olímpica

El periodismo deportivo de hoy (VI). Las condiciones inamovibles del buen periodista (B)

En la anterior entrega de esta serie hablamos de condiciones inamovibles del buen periodista como ser: devoto, capaz, sensato, objetivo, responsable, curioso, desconfiado, sereno, disciplinado, tenaz y constante. En esta oportunidad completaremos la serie de características  de un buen periodista y esto incluye a los deportivos. Foto portada: revista Metro.

Por Alberto Galvis Ramírez

Director de la Revista Olímpica y Presidente de la Academia Olímpica Colombiana

12. Paciente

El periodismo es una profesión de largo aliento, no de momentos y de generaciones espontáneas que surgen de sombreros mágicos. Es el resultado de muchos años de ejercicio, crecimiento, madurez, descubrimiento y  preparación. Esta carrera de resistencia incluye aciertos y errores, que nos permiten montar nuestro día siguiente, en especial sobre los segundos, que son los que enseñan más lecciones.

Es posible que un(a) periodista -y eso lo vemos todo el tiempo en especial en la televisión colombiana- llegue rápido al estrellato gracias a su cara bonita. Este veloz triunfo es válido, si lo traducimos al término “fama”, que muchos logran años después. La diferencia entre aquellos y estos se encuentra en las consideraciones entre “fama” y “calidad”, y en la cimentación de sus facultades profesionales. 

Los bellos advenedizos tendrán que cumplir con el mismo ciclo de aprendizaje de todos para alcanzar la madurez profesional e irán aprendiendo en la medida en que transcurra su tiempo, cometiendo errores que serán más notorios, porque están subidos en un pedestal artificial, a excepción de aquellos que ejercen como presentadores y todo el tiempo leen los libretos que les ponen en el telepronter. Estos sólo crecerán profesionalmente como lectores de noticias, no como profesionales del periodismo. Por ese motivo, vemos continuamente periodistas destinados por su pinta a presentar noticias, que reclaman a su director la tarea de reporteros como complemento a su labor, porque saben que con eso van a consolidar sus condiciones.

Los demás periodistas, los de prensa y radio, van ascendiendo con lentitud hacia una importancia que ganarán cuando tengan los conocimientos y los reconocimientos, cimentados en unas capacidades adquiridas con el estudio y la práctica. En estos casos, en especial en la prensa, se construyen los mejores profesionales, porque ascenderán peldaño tras peldaño y lo harán sólo si han demostrado calidad y profesionalismo. Para ellos no valdrá ninguna arandela superficial y ajena a aquello que producen y entregan a sus lectores y oyentes.

13. Vertical

Indeclinable, insobornable, indoblegable, con capacidad para denunciar los excesos del poder, la corrupción y la injusticia. Debe ser valiente para denunciar a cambio hasta de la propia vida. Desde luego, el ideal es denunciar y conservar la vida, porque la misma obligación que tiene con la verdad, la tiene con la vida.

Verticalidad es fortaleza para defender la verdad y solamente la verdad; es tener un espíritu de hierro que le haga ir hasta el final de una investigación y una denuncia; es mantenerse firme cuando se tiene la razón, y es defender sus principios y valores, hasta frente a los superiores, que podrían declinar por las presiones o por sus percepciones. En estos casos, ser vertical implica, si es necesario, perder hasta el empleo por defender la verdad.

Javier Darío Restrepo (q.e.p.d.). Foto: Vida Nueva.

14. Honrado

Sano, pulcro e insobornable en su vida y en su oficio. La honestidad del periodista significa que en su ejercicio debe actuar a favor de la verdad y sólo a favor de ella, es decir, informar sin manipulaciones, ni tergiversaciones, ni adornos que cambien el sentido de la verdad. El periodista se debe a su público y a su misión como informador y fiscalizador de ese conglomerado que ha depositado de manera tácita su confianza en él. Pero la honestidad no debe limitarse a su profesión, sino que lo debe acompañar en todas las actividades de su vida. Es cuestión de coherencia. Su honestidad debe ser total. Un periodista que pregona unos valores y principios en su ejercicio periodístico y no los practica en su vida, está destinado a torcer su rumbo.

Pero la honestidad también debe existir frente al error cometido. La honestidad es plena frente a la búsqueda del acierto y a la reacción ante el error. Si un periodista se equivoca, no debe buscar justificaciones o artilugios sólo para salir bien librado de la equivocación. Debe reconocerlo abierta y públicamente, asumir las consecuencias de su falta y resarcir los daños que hubiere causado. Un error no debería traer como consecuencia la pérdida del empleo del periodista, pero si a esto se llega, debe aceptarlo con tranquilidad. 

15. Visionario

Tiene que ver más allá de lo que ven los demás. Sin ser mago, debe tener la obligación de investigar sobre el futuro de los hechos que cubre.

Ser visionario quiere decir que su tarea sólo termina cuando no hay nada más que decir de un suceso. Significa que mientras los lectores, los oyentes, los televidentes y los cibernautas conocen la versión oficial de la información o alcanzan el techo de la noticia, el periodista tiene que mirar más allá de dicha versión y por encima de ese techo.

Esta característica tiene que ver en especial con las noticias que merecen seguimiento, obligación que tiene todo periodista cuando existen interrogantes o asuntos que investigar sobre un hecho cumplido e informado.

Pero también ser visionario quiere decir que una vez el periodista ha respondido las seis preguntas clásicas de la noticia -¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, dónde? y ¿por qué?- tiene que contestar la séptima: ¿y?

Tener visión significa que el periodista debe conocer el pasado y el presente de la información, e investigar el futuro.

Juan Gossain. Foto: El Espectador.

16. Buen conversador

En especial en radio y televisión, y en el género de la entrevista se considera que el periodista debe ser bueno para hablar con sus personajes. Esa virtud le exige tener buen léxico, ser fluido, saber preguntar, ser sutil y hacer amena la charla. 

Ser buen conversador le será útil al periodista para el uso de la entrevista como recurso y como género. Como recurso, porque preguntando se conocen los datos y las respuestas que vamos a utilizar en la noticia, el reportaje, la crónica, el artículo y la columna. Como género, si se trata de la entrevista conformada por preguntas y respuestas. 

Pero existe una virtud opuesta que puede ser más importante que las anteriores: debe saber escuchar.

Una buena entrevista no es aquella en la cual el periodista se luce con preguntas impactantes, demoledoras o incontestables. No es el entrevistador el personaje central de la nota periodística ni su éxito radica en el tiempo que dure hablando. Es el entrevistado o el hecho, lo que importa en cualquier nota periodística.

17. Autocrítico

Es la capacidad de un ser humano para autoevaluarse y autocuestionarse, y ser capaz de someterse a la opinión de otros, en busca de mejorar y corregirse. Sólo así, con docilidad frente a quienes saben más y frente a su propia conciencia, es posible mejorar. Si el periodista no ejerce esta actividad estará caminando imparable hacia la prepotencia y, seguramente, hacia el error.

Este cuestionamiento diario debe ser una constante en la vida del periodista bajo la idea de que “hoy soy más que ayer, pero menos que mañana”.

Junto a  esa capacidad para descubrir sus propios errores, camina la aceptación de la crítica como un elemento valioso para el crecimiento continuo. La capacidad para oír las críticas u opiniones de otros, más expertos o no, mayores en edad y periodismo o no y pertenecientes al medio o no, es definitiva para encontrar nuestro propio nivel de competencia. Es preciso escuchar inclusive al común de la gente, que siempre tiene algo que decir, desde una perspectiva a veces subestimada por nosotros, pero que forma parte del mundo: los lectores. Cuántas veces en un inocente comentario de un simple ser humano del montón, encontramos más elementos para nuestra construcción profesional, que en el consejo de un experto.

Desde luego, está en nosotros la decisión final de hacer o no hacer algo que nos han sugerido. Dice Martín Vivaldi: “Conviene después de escribir, contar con alguien a quien podamos leer nuestro escrito, con la seguridad de que sabrá juzgarlo y valorarlo. La crítica es también creación. Un buen crítico -un buen maestro- es fundamental para todo escritor […] Respetemos, por tanto, las normas y los consejos cuando provengan de quienes saben más que nosotros, pero sin hacer entrega de nuestro modo de ser íntimo, sin doblegar ni retorcer nuestra personalidad. La corrección, la maestría y la sinceridad, son perfectamente compatibles” 19. 

Hernán Peláez Restrepo. Foto: Revista Bartolina.

18. Sencillo.

Esta característica se explica desde su orilla opuesta: la prepotencia. Es esta una de las peores enfermedades que sufre el periodista por razones de su oficio. La prepotencia es una condición que convierte al comunicador en un ser superior, muchas veces sobre bases y argumentos frágiles.

¿Cómo se llega a la prepotencia? A partir de una débil personalidad, el periodista no sabe asimilar la importancia que le dan su profesión y el medio de comunicación al cual pertenece. Entonces se confunde entre sus verdaderas capacidades y su real importancia, y la banalidad de una fama que es tan pasajera como su vigencia en ese alto pedestal. ¿Cuántas veces las ínfulas que se da un periodista nacen del importante medio de comunicación al que pertenece y no son proporcionales a su capacidad? Y cuando sale de ese medio de comunicación se desploma y desaparece del panorama hasta que el golpe enseña la importancia de autovalorarse sin sobredimensiones.

Séneca dijo: «Una persona inteligente se repone pronto de un fracaso. Un mediocre jamás se recupera de un éxito», máxima que también debe gobernar la vida de los periodistas.

La pregunta: ¿Debemos ser indiferentes ante nuestra fama? No, cuando sabemos que nuestra fama es producto del conocimiento y de la inteligencia, es decir, bien ganada. Aún así, el periodista no tiene derecho a atropellar a nadie por razones de su posición.

La única arrogancia válida en un periodista está en la firmeza de sus denuncias, que deben ser implacables y prepotentes, pero sólo en el campo argumental. Pero el manejo de la supuesta fama debe ser proporcional al verdadero valor que tenemos. ¿Cómo lo sabemos? El conocimiento es el único que nos permite llegar a ese sublime estado de la inteligencia.

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano”, decía San Agustín.

Mike Forero Nougués (q.e.p.d.). Foto: Revista Corrientes.

19. Creativo

Las viejas épocas del periodista rígido, estricto, concreto y limitado a la noticia, hoy exigen un complemento representado en altas dosis de creatividad. Con ella y un talento natural o adquirido, el periodista podrá desempeñarse con solvencia en el uso de géneros periodísticos especializados, como el reportaje y la crónica, tanto en los medios análogos, como en los digitales, que crecen todos los días.

Pero ¿La creatividad es natural o es adquirida? Las dos cosas. La creatividad natural le permitirá al periodista llegar más rápido al tope promedio de su rendimiento y seguir creciendo hasta estadios superiores. La adquirida aparecerá con el paso de los años y le servirá para ser tan bueno como el genio natural.

Pero en los dos casos existe una sola fórmula para mejorar: el estudio. Tanto el uno como el otro, especialmente el periodista no creativo por naturaleza, deben ser unos enfermos del conocimiento, es decir, del estudio, de la actualización, de los libros, de las revistas, de los buenos maestros, de los oportunos consejos, del crecimiento diario, es decir, de cualquier fuente de aprendizaje o actualización.

20. Con olfato.

El olfato periodístico es una cualidad natural o adquirida. Se puede tener olfato desde muy joven para descubrir aquello que es importante para los lectores, cualidad que jamás nace con el ser humano, sino se adquiere con el paso de los primeros años.

Este olfato tiene similitud con la llamada “inspiración”, que para muchos es un golpe casi divino que le llega a la persona desde algún lugar -tal vez desde el cielo- y que le permite crear o descubrir algo digno de ser convertido en una obra artística o en un producto periodístico o literario.

Pero esa “inspiración natural” u “olfato”, sólo es una habilidad personal para encontrar en algún lugar y momento, elementos de la naturaleza que nos sirven para dar nacimiento a una creación humana. Ese olfato sería incompleto si el joven talentoso no sabe desarrollarlo hasta convertirlo en una obra específica, por ejemplo, un buen reportaje.

Pero también esta cualidad se puede adquirir con el paso de los años y está ligado a la experiencia y a la madurez. Con el tiempo, el periodista se convierte en un “zorro” y desarrolla un olfato que no es otra cosa que la habilidad para descubrir con menos dificultad, aquello que es periodístico.

21. Académico y autodidacta.

Las carreras de Periodismo y Comunicación social se levantan sobre las bases del periodismo empírico, que es el que ha forjado el pasado y el presente de los medios de comunicación.

La mayoría de los mejores periodistas colombianos de finales del siglo XX y comienzos del XXI son autodidactas, por la ausencia de facultades de periodismo.

Su formación se hizo en las viejas salas de redacción dotadas de escritorios, máquinas de escribir, telex y teletipos; en los ruidosos talleres de linotipos y plomo, y en las gigantescas rotativas que  expulsaban toneladas de papel pintado con el talento de los periodistas.

Supieron cómo era la cosa por su intuición, por el consejo de veteranos y por sus propios errores. Se prepararon por su cuenta con los pocos libros que existían sobre el tema, con los cuales organizaron extensas y selectas bibliotecas de consulta que aumentaban todo el tiempo.

En sus corazones albergaron un profundo amor por una profesión que defendieron hasta con sus vidas, en las agitadas épocas de la violencia partidista colombiana de los años 50, y en los críticos momentos de la otra violencia que ha estremecido al país todo el tiempo. Se comprometieron con la verdad y luego de varios años de ejercicio adquirieron la experiencia y el conocimiento de cualquier profesional egresado de una universidad.

Porque no había facultades de periodismo en Colombia, el periodista empírico hizo un proceso contrario al lógico, que indica que primero se debe adquirir el conocimiento para luego ponerlo en práctica en el ejercicio profesional. 

Hoy, todo ha cambiado. Colombia es un país que en materia de educación se ha puesto a tono con los más avanzados en el tema periodístico.

El futuro del periodismo y de la comunicación social está en la universidad. El presente ha sido el resultado de muchos años de experimentación con el alto costo que esto tiene, porque las universidades debieron aprender de las vivencias de otros países y utilizar como catedráticos a los periodistas empíricos, que eran los únicos que existían, a excepción de algunos que tuvieron la posibilidad de educarse en el exterior.

Por el momento todavía llueven las críticas a las facultades de periodismo del país, porque, según algunos, no han logrado consolidar programas satisfactorios ni profesionales de óptima calidad. Claro, esta percepción nace también de la nostalgia de un pasado no superado que hace que muchos empíricos comparen a los nuevos profesionales con ellos, pero cuando ya habían adquirido una experiencia y no cuando comenzaron a cometer los errores que todo principiante tiene derecho a cometer.

Gústenos o no, el futuro del periodismo y de la comunicación social está en las universidades. 

Lo anterior se aplica para el periodista cuando es apenas un estudiante, que requiere de las bases culturales que le sirvan para enfrentarse al oficio. Pero a partir de su ingreso al mundo libre y desafiante del ejercicio, los conocimientos que tiene deben ser reforzados con una formación autodidacta permanente, que lo lleve todo el tiempo a los libros, mientras se enfrenta a las realidades prácticas.

Académicos y autodidactas, son las dos condiciones más importantes de todos los periodistas en su deber formativo permanente.

¿Un ser superior?

Las anteriores condiciones las conocemos desde nuestras primeras letras en el periodismo. Pero existen dos, anteriores a ese instante en el cual definimos nuestras inclinaciones profesionales a favor del periodismo. 

Primera condición: si se quiere comenzar una carrera exitosa en este oficio es preciso haber sido hasta ahora un excelente ser humano. El periodista debe haber nacido en un hogar ejemplar o por lo menos normal, o, en caso contrario, tener la capacidad suficiente para desarrollar sus principios básicos, como ser humano.

¿Se es periodista por nacimiento? Ojalá así fuera, porque nos ahorraríamos muchos errores en la auto elección, y en la escogencia y aceptación de los periodistas del futuro, pero no lo es. De un delincuente infantil, sin embargo, producto de una familia desintegrada y de un medio criminal, es poco probable que surja un periodista. Por eso es muy importante reforzar la institución familiar como núcleo básico de una sociedad civilizada.

¿Quiere esto decir que de un mal niño no puede surgir un buen hombre? Es posible que si, pero las taras del niño, algún día podrían aparecer en el hombre, porque forman parte de la primera educación, que es la más importante. Un mal ejemplo familiar podría torcer el rumbo de un pequeño. 

Ese futuro hombre de la prensa debe crecer en un ambiente que fortifique y pruebe esas capacidades. Y será mucho mejor, si sobrevive incólume, impoluto, incorruptible desde sus primeros años, a las permanentes amenazas en contra de su formación personal, que lo acechan en una sociedad como la colombiana. Ese hombre madura cuando ya ha optado por el camino del periodismo, con la permanente capacitación y auto análisis de sus conocimientos y ejecutorias. Se desarrolla y obtiene la plenitud de sus facultades, si se fundamenta en una dualidad contradictoria: el conocimiento que le dé autoestima y una condición de aprendiz que le permita evolucionar hacia los estratos superiores de ese conocimiento.

A partir de lo anterior, surge una nueva condición del buen periodista:

22. Excelente ser humano.

Segunda característica final: conocer el arte de escribir. Si el periodista no tiene la destreza para redactar, es posible que la aprenda. Lo ideal para ser periodista es ser un gran escritor.

El sociolingüista Juan Manuel Serna considera que “El periodista no es meramente un comunicador; es, y en la mayor de las medidas, un informador, una persona que mediatiza los procesos de la sociedad en todas sus manifestaciones y que, además de poseer un conocimiento amplio de alguna de las ramas en las que se orienta el periodismo actual, debe poseer una competencia lingüística que sea una prenda de garantía en la transmisión de su mensaje, que cumpla verdaderamente con el sano propósito de presentar la realidad con verdad y objetividad, que oriente y construya la opinión” 20.

La importancia que tiene un periodista en una sociedad en todos los sentidos, lo convierte en un paradigma, inclusive en el tema del uso y la enseñanza del buen lenguaje. Dice Serna: “Cada vez que un periodista utiliza un término o expresión nuevos, sean justificados o no, los está legitimando. La gran influencia de los medios en la época actual puede contribuir a que la lengua se pervierta y que la utilización de formas inadecuadas tenga la bendición de los periodistas y comunicadores que, quiéranlo o no, tienen a un público pendiente de lo que ellos dicen. Pero, al contrario, si la utilización  que hacen de la lengua los locutores y presentadores es adecuada, se pueden corregir vicios inveterados, como ocurrió en España, en donde el lenguaje de la televisión ayudó a rescatar el sonido de la d en los participios terminados en ado, que ya prácticamente había desaparecido del habla popular” 21.

Esta credibilidad de los periodistas entre quienes los leen, oyen y ven es tan acentuada, que es normal escuchar a la gente del común explicar los problemas y las posibles soluciones con palabras casi textuales de sus periodistas preferidos. Y si son especializados, es aún más notoria su influencia. Por ejemplo, los aficionados al fútbol hablan con palabras y frases de los locutores y comentaristas que ellos escuchan por la radio.

Entonces, a las 22 condiciones anteriores le agregamos una nueva:

23. Excelente escritor.

Todas estas cualidades que debe tener un periodista, hacen de él un “Ser superior” al común de las gentes que representa. He ahí el gran dilema frente al cual no podemos ser inferiores.

Resumamos todas características mencionadas, en una última cita, de Joseph Pulitzer sobre las características que debe tener la prensa y que se aplican a sus periodistas: “La prensa debe luchar siempre por la reforma y el progreso, no tolerar nunca la injusticia o la corrupción, combatir siempre a los demagogos de todos los partidos, no pertenecer jamás a un partido, tener siempre simpatía por los pobres, oponerse a los privilegiados individuales, defender el interés público, ser drásticamente independiente y nunca temerle a la denuncia del mal”.

Bibliografía

-Oriana Fallaci, Entrevista con la historia, Ediciones Nacionales Círculo de Lectores, 1980, Pag. 9.

-Juan Manuel Serna Urrea, Sociolingüística de la comunicación, Acord, 1996.

-Alberto Zalamea, La Nueva Prensa, Procultura Presidencia de la República, 1986, Pag. 2.

-Néfer Muñoz, Cobertura periodística de actos terroristas y conflictos bélicos, seminario organizado por el Centro Universitario Miravalles de San José de Costa Rica, 6 de diciembre de 2001.

-DRAE, Vigésima primera edición, Real Academia Española, Madrid 1992

-Javier Darío Restrepo, Ensayo de periodismo, revista Chasqui No. 72.

-Gerardo Reyes, en el Encuentro Internacional “Terrorismo, conflicto y medios de comunicación,” Universidad de la Sabana, Bogotá DC., 18 de octubre de 2001.

-Vicente Leñero y Carlos Marín, Manual de periodismo, Editorial Grijalbo, 1986.

-Gonzalo Martín Vivaldi, Curso de Redacción, Paraninfo, Madrid, 1981.