Además, la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 fue innovadora y única, al integrar nuevas ideas y tecnologías, para ofrecer una experiencia memorable. El uso de tecnología avanzada y una narrativa inmersiva permitió una experiencia visualmente deslumbrante, tanto para los asistentes en persona, como para los espectadores en todo el mundo.
Por Clemencia Anaya Maya, desde París
Vicepresidenta Academia Olímpica Colombiana
Fue una ceremonia que empezó puntual, que abrió sus puertas a todo el público que pudo pagar la entrada a unos costos muy elevados y que superó el promedio de espectadores de las últimas décadas, pasando de ochenta mil espectadores a cerca de trescientos cincuenta mil.
Por supuesto que se cambió la historia del estadio aquel, que en 1896 acogió a 14 países de Europa, para mostrarnos el pasado 26 de julio, a 206 países que desfilaron ya no sobre la pista del estadio olímpico, sino sobre las aguas del Río Sena.

La emoción de los espectadores al ver pasar los barcos fue directamente proporcional a la procedencia de los espectadores sentados en la tribuna. A pesar de que algunas delegaciones fueron más aplaudidas que otras, fuimos testigos de la alegría y entusiasmo de los atletas, su orgullo patrio y las ganas de saltar a la arena olímpica.
En realidad, lo que vimos fue un gran espectáculo mixto, que por una parte permitió a los asistentes ver el desfile en vivo, muy largo por cierto y más con la lluvia intensa que se hizo presente y por el otro lado observar en pantallas el espectáculo que se desplegó por toda la ciudad.

La fiesta cuadrienal más importante de la tierra, ante mis ojos se convirtió en un excelente espectáculo para los medios de comunicación y los patrocinadores. A mi modo de ver el espectáculo debe girar alrededor de los atletas, porque ellos son las figuras de los Juegos, con ellos se hace la fiesta y no que los atletas giren alrededor del espectáculo cultural.
Mojados y emocionados, agitaron sus banderas desplazándose río arriba hasta llegar a la Torre Eiffel, pero ellos no vieron todo el espectáculo que se supone se hace en su honor… tan solo la parte protocolaria, los discursos, promesas y encendido del fuego en el pebetero. Ya habíamos superado ese tema en Juegos atrás, como Londres 2012 y Río 2016, en los que los atletas ingresaron a tribunas del estadio para observar las presentaciones.
La ceremonia se destacó por la creatividad para utilizar el río y acompañar el evento con rincones llenos de historia, cultura, música, escultura y danza al mejor estilo de los Juegos Olímpicos de la antigüedad. Sin embargo, tres mil años atrás los atletas se divertían en directo observando todas esas actividades.

Fue un evento, en resumen, disruptivo que no a todos les gusto y cómo siempre aparece la crítica destructiva, aquella que busca el menor detalle para armar el alboroto, muchos aprovecharon para meterle leña al fuego, incluso confundiendo La Última Cena, una famosa pintura de Leonardo da Vinci, que no es francesa (pues Da Vinci era italiano y la pintura está en Milán) y fue incluida en el espectáculo para celebrar el arte renacentista y la influencia cultural de Francia y mal interpretando su intención de ofender al mundo católico.

Lo cierto es que fue un evento inclusivo, que destacó a las mujeres más importantes de Francia a lo largo de su historia y que por primera vez se reconoció a Alice Milliat, la verdadera responsable de haber logrado la inclusión de las mujeres en el programa oficial de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, en el evento señalada como destacada deportista de talla mundial.

Grandes figuras de la música como Celin Dion, con su Himno al amor, y Lady Gaga, con su tributo al espíritu de cabaret parisino, cada una destacó la memoria de La Ciudad de la Luz, la que ha iluminado desde tiempos atrás la cultura parisina y la ha llevado por el mundo para enamorar a muchos que hoy hemos llegado a sus rincones a vibrar con cada espacio deportivo adornado por la belleza, enredados en el tumulto de admiración y de energía que circula las 24 horas por París en tiempos olímpicos.

El pebetero Olímpico, ubicado en los Jardines de las Tullerías, es un globo aerostático que funciona sin gasolina y hace uso del agua con efectos de luces que simulan el fuego, y con chorros aspersores de agua se simula el humo que expide la llama. Esto, gracias a una alianza entre el Comité a Organizador de los Juegos y la empresa de Energía Eléctrica de Francia.

El Museo de Louvre abrió sus puertas con una exposición denominada “Olimpismo”, que cuenta la historia y los orígenes desde la antigüedad, paseándose por detalles importantes y destacables de personas que contribuyeron a la celebración de los primeros Juegos en Atenas 1896 y los Juegos de París 1924.
La ciudad apoya a los atletas franceses con pasión y entusiasmo. Es amable con los visitantes en casos exigentes, como subir y bajará las escaleras del metro porque no hay elevadores y hasta la mano me han ofrecido jóvenes muy lindos que se apiadan para ayudarme.

Podemos decir que la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 fue innovadora y única, al integrar nuevas ideas y tecnologías, para ofrecer una experiencia memorable. De hecho, el uso de tecnología avanzada, incluyendo drones, proyecciones 3D, y espectáculos de luces, para crear efectos visuales impresionantes, y una narrativa inmersiva permitió una experiencia visualmente deslumbrante, tanto para los asistentes en persona, como para los espectadores en todo el mundo.
El objetivo de estas innovaciones buscaba no solo celebrar el espíritu olímpico, sino también hacer que la ceremonia de inauguración de París 2024 fuera una experiencia única y memorable, que reflejara los valores de inclusión, sostenibilidad y participación comunitaria.
La ceremonia incorporó elementos de la riqueza cultural y la historia francesa, incluyendo actuaciones de música, danza y teatro que representaron diversas épocas y aspectos de la cultura del país.

En adelante se hablará de los Juegos en que el fuego olímpico encendido en Olimpia bajo los rayos del sol permaneció encendido en un calderito ubicado a un lado de un pebetero que se caracterizó por no tener combustible, sino que combinó agua y luz eléctrica, para lograr así un fuego puro como en el Templo de Hera y luego en el Jardín de las Tullerías, en donde fue encendido por los atletas franceses Marie José Perec y Teddy Riner.