Igual que anotar un home run, el béisbol siempre ha estado asociado con los cielos, porque la pelota caliente se eleva tanto como la oncena ganadora, que en el Clásico Mundial de Béisbol, lo hace en nombre de su país.

Karen Ariza Carranza
IOC Young Leader 2023 – 2026
Colombia es donde inicia Sudamérica y acaba el Gran Caribe (entendiéndose Guayaquil, Ecuador, como el final junto a Venezuela, a la derecha, y Panamá, a la izquierda, según se entienda la horizontalidad del mapa). El norte de la región funciona como cola de ese paraíso de islas de aguas dulces, ecosistemas diversos y una riqueza cultural derivada de las lenguas, la gastronomía, los bailes, y las letras que allí se producen. Y todo eso confluye en el béisbol como muestra del sentido de pertenencia por identificarse como Caribe.
El béisbol es un deporte ancestral e histórico para Colombia. Fue en 1897, cuando llegó a Cartagena, gracias a algunos cubanos y panameños que llegaron a la Ciudad Heroica. Así se convirtió en uno de los primeros deportes en practicarse formalmente en Colombia. Precisamente, por tratarse de una fecha muy particular (el fin de un siglo y la transición a otro, en el cual se discutirán los símbolos más importantes de la nación), el béisbol forma parte de la memoria del país, no solo en la esfera deportiva.
El béisbol es importante, porque nos obliga a recordar de una manera genuina. El juego de la pelota caliente nos remonta particularmente a la memoria de nuestros padres y abuelos, y a sus orígenes barriales. Como pocos, es un deporte potencia regional, importante para el continente americano (aunque no sea fuerte en países de tradición deportiva, como Argentina o Brasil). Tener presencia regional nos avala como un país que aspira a ser reconocido desde el poderío deportivo, y la distinción que eso genera en la imagen positiva de Colombia como nación.

Por la influencia que tiene, por ser un deporte que cuenta con amplia experiencia y recorrido en el tejido social de diferentes generaciones de colombianos y colombianas, y por haber demostrado que somos realmente buenos, debemos seguir siendo protagonistas. Tenemos la obligación moral de seguir conectando hits y home runs, ojalá con la ilusión de volver a ser campeones, como en 1947 y en 1965. Pero, sobre todo, porque vernos en la televisión internacional, y que nos vean igualmente los países interesados en el béisbol es otra muestra de ese soft power que pretendemos alcanzar, desde la admiración que podríamos generar.
En general, los deportes son claves para reconocer símbolos patrios de los países, porque funcionan de maravilla para instrumentalizar la propaganda. Por ejemplo, es fácil asociar los uniformes con las banderas. De esta forma ubicamos en el mapa lo que reconocemos como trascendental o memorable.
En este Clásico Mundial de Béisbol no tuvimos la mejor actuación, pues lamentablemente la ofensiva falló, y se sabe que un equipo que no batea, no gana. Además, las ausencias de José Quintana, Tito Polo y Julio Teherán, entre otros, fueron evidentes en los resultados del equipo, dirigido por Jolbert Cabrera. En cambio fue la gran oportunidad para países como República Checa y Gran Bretaña, que con una sorpresiva victoria (la británica contra el equipo colombiano) demostraron que el béisbol sigue creciendo en la esfera internacional.
Pero estos resultados son parte del enigma del béisbol, y en ese juego, en el cual hasta el último inning puede haber grandes sorpresas, a las colombianas y colombianos lo que nos interesa es posicionarnos para seguir siendo parte de la élite beisbolera y encontrar una estabilidad para la liga local. Así es como hemos descubierto grandes peloteros, como Jorge Alfaro, Giovanny Urshela, Harold Ramírez o Reynaldo Chencho Rodríguez. Y cuando el béisbol colombiano creció, también lo hicieron las ciudades en donde se juega. Ese ha sido el caso de las ciudades costeñas, que han tenido un interés propio para sonar en el radar del Caribe, fuera de Colombia. Lo vimos con Cartagena en 2005, y Barranquilla, en 2018, cuando fueron las sedes de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, y Santa Marta en 2017 y Valledupar en 2022, como sedes de los Juegos Bolivarianos.
En todos estos eventos, los escenarios locales fueron renovados, y esa inversión permitió un florecimiento del talento local. Ni hablar del estadio Edgar Rentería, de Barranquilla, posiblemente el más moderno de los escenarios deportivos de Colombia, la casa de los Caimanes, campeones de la Serie del Caribe del 2022.
En ese sentido, a pesar de no ser la mejor presentación de la escuadra colombiana, es relevante que el béisbol internacional reconozca a Colombia. Nos toca a los amantes del deporte reconocer al béisbol colombiano, como pilar sociocultural para construir el país que queremos.