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Hace 40 años, Alonso Zapata, primer Gran Maestro Internacional de Colombia II

Antes de consagrarse como GM, Alonso Zapata fue subcampeón mundial juvenil. En su carrera acumula ocho campeonatos nacionales; ha representado a Colombia en 12 olimpíadas mundiales y en cinco eliminatorias al Mundial, y ha estado entre los 50 mejores jugadores en el escalafón internacional. Hoy es autoridad del ajedrez mundial.

Por Alberto Galvis Ramírez

Director Revista Olímpica y Presidente Academia Olímpica Colombiana

Ya considerado entre los mejores del país, para su participación en el Mundial de Innsbuck, Austria, fue tratado con más benevolencia. Mejoraron los viáticos, los pasajes no fueron de excursión y lo acompañó el maestro internacional Boris de Greiff, como analista. Para completar el cambio no llevó las dos maletas del año anterior.

El resultado fue una sorpresa para todos, inclusive para él. Perdió una sola partida, precisamente frente a quien obtuviera el título, el alemán de origen soviético, Artur Jusúpov, quien contaba como analista con Victor Baturinsky, uno de los más grandes jugadores del mundo. Un punto lo separó del primer lugar y aventajó a representantes de 57 países.

La ceremonia de premiación estaba prevista pensando en un resultado favorable para jugadores de Europa. Ante la sorpresa por la presencia de un colombiano en el podio, al no contar los organizadores con el Himno Nacional de nuestro país tuvieron que hacer silencio durante la entrega del trofeo a Alonso.

Terminado el año de 1977 recibió el galardón como Deportista del Año de El Espectador, por encima de los dos campeones mundiales de boxeo que tenía Colombia: Antonio Cervantes y Rodrigo Valdés.

El deseo de ser maestro internacional

Una vez en Colombia, Alonso zapata fue invitado a Caracas a un torneo que otorgaba norma para maestro internacional. Convencido de que podría conseguirla viajó a la capital venezolana, en un equipo integrado, además, por Carlos Cuartas, Boris de Greiff, Miguel Cuéllar, Gildardo García, Luis Augusto Sánchez y José Antonio Gutiérrez.

Faltando algunas partidas, Alonso era el líder y ya había asegurado la norma que estaba buscando, para ser Maestro Internacional. Todo se complicó para alcanzar el título, porque su rival más cercano, el cubano Carlos García Palermo, quien estaba detrás en las posiciones, tenía dos partidas pendientes, precisamente con colombianos, Carlos Cuartas y Miguel cuéllar. La suerte no le acompañó porque ambos perdieron y García Palermo lo superó. 

Al poco tiempo, Alonso Zapata ganó la otra norma para Maestro Internacional, en la Olimpiada Mundial efectuada en Buenos Aires.

Foto: El Espectador.

La gloria de quien lucha y sufre

Lo primero que pensó Alonso Zapata cuando se le concedió el título de Maestro Internacional fue afianzarse como tal y hacer valer su nueva posición. 

Auncuando estaba convencido de que su vida era el ajedrez, inició estudios de Economía, en la Universidad Central, pero 15 días después de comenzar el semestre, por un viaje al mundial estudiantil determinó cancelar semestre y olvidarse definitivamente de los estudios.

Tal como le palpitó el título de Maestro Internacional, le empezó a latir en el alma la obsesión por ser Gran Maestro, conquista que nunca un colombiano había logrado, en 50 y más años de actividad ajedrecística.

Como meta siguiente se trazó este propósito y estableció un derrotero de competencias que le permitiera sumar los puntos exigidos por la Federación Internacional de Ajedrez. Cuba fue su centro de operaciones, por los torneos Capablanca y Radio Rebelde, que podrían permitirle llegar a su cometido.

Viajó a Nueva York para pasar una temporada en casa de una hermana y para competir junto a jugadores norteamericanos de prestigio. De esa temporada recuerda con especial complacencia una partida que jugó con el campeón de los Estados Unidos, Walter Brown, en el Hotel Holiday, de Washington durante el torneo Atlantic Open, que reunía a 1.500 jugadores, entre los cuales estaban varios grandes maestros. El sistema era eliminatorio, primero, para los menos conocidos y los 10 mejores ingresaban a un salón en donde estaba localizada la denominada “silla eléctrica”, para enfrentar a maestros y grandes maestros.

Alonso clasificó para este final con facilidad y tuvo que sentarse en la “silla eléctrica” frente al campeón norteamericano, Walter Brown. La partida fue dramática, porque a lo estrecho de la disputa sobre el tablero se unieron cantidad de mañas del estadounidense, que fueron contestadas por él. Por ejemplo, Brown, visiblemente nervioso, movía cada rato la mesa, gesticulaba, decía palabras inentendibles, para desconcentrar a su agrandado rival. Para aprovechar ese nerviosismo que no podía ocultar, Alonso Zapata se levantó varias veces, dio vueltas alrededor de la mesa y se tomó del asiento, para devolverle el favor a su rival. Fue tanto el descontrol de Brown que Zapata le dio el físico mate, que para un Gran Maestro, como era su rival, se constituía en una humillación. Una vez se produjo el mate el norteamericano lanzó un grito, “sheat”, que se escuchó en todo el auditorio.

Luego de su tránsito por principales torneos de los Estados Unidos, Alonso viajó al Capablanca, en Cuba, en busca de la primera media norma para Gran Maestro Internacional, que logró luego de una ardua disputa.

Con un pedazo del grado en su poder debía arrancar de nuevo, ahora por el resto que le quedaba para concluir su hazaña, que fue mucho más difícil que el anterior, porque la obsesión maniataba el pensamiento y las manos para las ejecuciones.

Durante los casi cuatro años que separaron las dos medias normas, Alonso sufrió algunos cambios en su vida particular. Su señora madre regresó a Pereira, en donde se radicaron sus hijos, Gustavo, optómetra; Fernando, odontólogo, y Jairo, publicista. Por tal motivo se fue a vivir con su hermana Amparo, en el barrio Entrerríos, al norte de Bogotá.

Foto: Ajedrez Colombiano.

Bayamo aclama al nuevo Gran Maestro

Durante las siguientes tres años estuvo cerca de la segunda media norma, pero siempre por titubeos y deseperos, no la alcanzó, para postergar la opción hasta el año siguiente.

En 1984, y no fácilmente, se consagró en el Capablanca, en Cuba. El drama se mantuvo hasta el final de la última partida, frente al cubano Gerardo Legredo, a quien le ganó, para sumar los puntos exactos del reglamento. Las tablas, por ejemplo, no eran derrota ni le quitaban el campeonato del torneo Premier Uno, pero le propinaban una derrota mayor, cuál era privarlo de su soñada media norma.

Cuando terminó la partida como ganador, la mayor emoción se la proporcionó el público de Bayamo, presente en el salón, que se volcó sobre el escenario para ovacionarlo. Este gesto fue sólo la conclusión de varios años de compenetración con la gente de Bayamo, que lo había convertido en su ídolo, inclusive por delante de muchos de sus compatriotas.

Zapata regresó a Colombia para celebrar, a los 25 años, el hecho de ser el primer Gran Maestro Internacional del Ajedrez colombiano y de haber abierto la puerta para que sus compariotas Gildardo García, José Cuartas, Sergio Barrientos, Álder Escobar, David Arenas, Cristhian Ríos, Andrés Gallego, Joshua Ruiz, José Gabriel Cardoso, Roberto Pantoja y Santiago Ávila, en varones, y Beatriz Franco y Nadya Carolina Ortiz, se convirtieran en los 40 años siguientes, en grandes maestros internacionales de ajedrez. 

Una vida plena, impulsada por el ajedrez

En los últimos 40 años, después de la conquista de la norma como Gran Maestro, este sencillo, introvertido y disciplinado pereirano, que gusta de la pintura y de la música moderna y clásica, contrajo matrimonio con María Consuelo y es padre de Santiago, Alicia y Matías. 

El ajedrez lo ha acompañado siempre, pasión que le ha permitido ganar ocho campeonatos nacionales, representar a Colombia en 12 olimpíadas mundiales del juego ciencia;  participado en cinco eliminatorias al Mundial, y haber estado entre los 50 mejores jugadores en el escalafón internacional. Una de sus más recordadas victorias la alcanzó ante Viswanathan Anand, en 1988, en sólo seis jugadas. Hace 20 años, Alonso Zapata, fue reconocido por la Federación Internacional de Ajedrez, FIDE, con el título de FDE senior trainer, máxima distinción para entrenadores, que tienen pocas personas en el mundo.

En los últimos 40 Alonso ha residido en Puerto Rico, país en el cual es entrenador desde 2004, y en la actualidad vive en Atlanta, Estados Unidos, con su familia. Actualmente es asesor de la Comisión de Entrenadores de la FIDE, dicta seminarios de alto nivel para certificar entrenadores y se ha especializado en conferencias y entrenamientos a clubes, selecciones olímpicas y ajedrecistas de diferentes lugares del mundo.

Igualmente se ha convertido en un juicioso investigador del ajedrez, y ha publicado 

Dos libros, Ajedrez para la vida, publicado por Intermedio Editores, y Jaque Mate, en San Juan, Puerto Rico, con Juan J. León.